Guayaberas y sombreros Panamá. Vestidos ligeros moviéndose con el viento. Dominó, sillas viejas pintadas de azul. Ron y puros. Flores en el pelo. Una sobredosis de música en la calle.
Un amanecer sobre el Atlántico que baila. Silencio. Nada de stress ni zapatos. La cálida bienvenida de la furgoneta después de una sesión congelada. La piel salada y arena bajo los pies.
Lluvia ligera cayendo en las esculturas de hierro de la bahía. Vistas elegantes junto a un vaso de vino. El ligero susurro del viento. La furia del mar. Un rayo de sol inesperado.
Tops de colores, gafas de sol y pantalones cómodos. Eco de la música en directo. Cocktails frutales sentados en la hierba. Flores silvestres. El placer de dormir bajo las estrellas.
La alegría de la casa. Una tarde jugando en el sofá. Sonrisas, besos, un montón de mimos. Los primeros paisajes en nuestros paseos. La sensación de descubrimiento en todos los detalles.
Despierta la Medina con un canto. Aún hay niebla. Los comerciantes abren sus persianas tras la noche mientras los pescadores vuelven de la mar. Comienza el día.
Pasan los días en la carretera pero no sabe a tránsito. El aire es fresco y alternamos montañas y valles. El camino es el objetivo y no el destino. La carretera. Siempre 2016
Siempre que hacemos una parada encontramos té caliente, una sonrisa y miradas curiosas. En las alfombras disfrutamos un verde denso, un paisaje calmado y tradición abierta.